Se me escurre la vida entre los dedos. Y el tiempo.
Y yo cada vez me voy haciendo cada vez más pequeñita, y más pequeñita... hasta que llega un momento en el que no puedo ver sus caras.
¿O es que siempre he sido tan pequeñita?
Quiero volar, pero no tengo corrientes de aire que me impulsen.
Porque decir que no tengo alas está ya muy visto.